Sol de Primavera

 

Antonia.

-¿Y qué pensái hacer?

-Primero quiero estar segura. Después no sé. Si es negativo, me olvido del asunto.

-¿Y si es positivo?

-Todavía no pienso nada. Además... No, no creo que sea positivo; total todas algunas veces tenemos atraso, ¿o no?

-¿De dos meses?

Margarita sabía que su amiga tenía razón. Ella nunca había tenido atrasos, pero todavía albergaba una pequeña esperanza.

Durmió poco y mal; nerviosa y ansiosa a la vez por lo que sabría en la mañana… ¿embarazada o no?

Cuando vio el resultado, sintió algo helado por su cuerpo. -¿Qué hago ahora?- Se preguntó.

La imagen de su querida abuelita se le vino a la mente -¿cómo se lo digo? -Pensaba -¿y mi mamá? Bueno, ella también es mamá soltera, me entenderá. ¿Y Jaime? No, él me quiere mucho, no me dejara sola, sé que no lo hará.

-¿Qué? ¿Que estay embarazada? ¿Estay segura? -Sí Jaime -contestó Margarita -en la mañana me hice la prueba…

-¿y cuánto tení?

-Como dos meses-.

-Ya, juntémonos en la tarde en la plaza, ahí conversamos bien… ahora tengo que hacer.

Margarita se fue para su casa un poco más aliviada. Su pololo, cuatro años mayor que ella; si bien no demostró mucho entusiasmo, no le había dado la espalda, todavía.

Eran las 17:30 cuando lo vio acercarse por la cuadra de enfrente. Venía fumando y más pálido que de costumbre.

-Toma -Le dijo pasando en un papelito y $50,000, -

- ¿Qué es esto? -Preguntó extrañada Margarita.

-¿Pa` qué te hací la tonta? Para algunas cosas no más soy bien avispá parece. Mañana tení que ir a las 10 a esta dirección. Dile a la señora Inés que venís de parte mía y le pasaí la plata.

-Tú quieres que... – balbuceó Margarita

- ¡No va a ser pa` qué te comprí ropa poh` tonta! Averigüé con ella y me dijo que con dos meses no pasa na`, en una hora quedai’ lista…

-¿tú querís que aborte? Yo pensé que…

-Oye cabrita, mucho hago con darte la plata pa`eso. Otros se hubiesen lavao` las manos y listo, pa` que veai que soy caballero.

De noche, en su cama, Margarita todavía no lo podía creer… Jaime, su Jaime, le había dicho todo eso… no podía ser.

Lo peor es que no estaba segura de lo que iba a hacer. Si abortaba, seguiría su vida como si nada, pero ¿podría vivir con el recuerdo?

A la mañana siguiente, salió temprano de su casa, en vez de ir a la dirección que le dio su pololo, fue taller donde él trabajaba.

-Menos mal que decidiste, pero, - dijo Jaime mirando su reloj-, todavía es temprano, ¿tantas ganas tení de botar “eso"? ... Vamos a la oficina un ratito, el jefe no va a venir en la mañana…

Margarita no daba crédito a lo que oía, él, la persona a la que quería como se quiere a los 15 años, ¿le había hablado así?

Sin pensarlo dos veces, le tiró a la cara papel y dinero, acompañando todo esto con una fuerte bofetada, que cerró para siempre una etapa; que si bien tuvo sus momentos buenos, la marcaría toda la vida.

Se alejó lentamente del lugar…

-¿Qué hago hora?- Se decía -. Si todo esto con él ya era difícil, ¿cómo lo enfrento yo sola?, ¿tendré la fuerza necesaria? Mi abuelita, ella sabrá qué hacer, no me fallará.

Y efectivamente, la señora Ana lo tomó con mucha calma. Luego de derramar algunas lágrimas y darle un fuerte abrazo, le dijo: -mañana llamaremos a tu mamá, ella tiene que saber lo que pasa.

Pasaron dos días, cuando de madrugada, Margarita se despertó con unos golpes en la puerta de su casa. Saltando de la cama, corrió a abrir la puerta, sabía que detrás de ella estaría su mamá, con esa sonrisa dulce y ese beso cálido que siempre acompañaba aquel abrazo materno.

Abrió la puerta, y su madre, sin decir palabra alguna, le pegó una bofetada la que le hizo retroceder algunos pasos. Margarita no podía creer todo esto. Primero Jaime, ahora su madre…

-¿Pa esto me saco la mugre trabajando como una esclava? - ¿Pa que la niña se revuelque con el primer gil que encuentre y más encima salga preñá? -¿Que vai a hacer ahora -? ¿O pensáis ir a la escuela con media guata?

-Pero mamita, en el colegio no me dijeron nada, puedo ir igual…

- ¡Claro!- ¿acaso a vos te gusta que te señalen con el dedo y se rían de ti? ¿Y después? Cómo vai a mantener a tu huacho ? ¿Piensa trabajar la perla? ¿O creí que aparte de mantenerte a ti lo voy hacer también con un tu hijo? tai harto equivocá.

Margarita lloraba sin consuelo ¿su mamá le estaba tratando tan mal? ¿Tan grande era el pecado de tener un hijo?

La abuelita Ana, que con tanto griterío despertó, escuchaba a las dos.

-Lo mejor que podí hacer -dijo la madre –es pescar tus poca pilchas y mandarte a cambiar, no quiero que…

 

- ¡Basta Magdalena! Dijo la abuelita -¿con qué derecho vienes a mi casa y tratas así a mi nieta? –

-¡Es mi hija también! –Contestó Magdalena

-¡Tu hija! ¡Ahora es tu hija! ¿Y cuándo te fuiste a los pocos meses que nació a

“ buscar trabajo” según tú…

-¡Nunca he dejado de mandarle plata mamá! –

¿Y tú crees que con plata se arregla todo? ¿Cuántas veces has venido en todo este tiempo? ni para el cumpleaños de la niña siquiera…dijo la abuela.

-¡Pero si apenas tiene 15 años! ¿Cómo le puedes aguantar todo esto?, ¡Y más encima defenderla!

-Parece que con los años has perdido la memoria -prosiguió la señora Ana. ¿Te trate así cuando me dijiste que estabas embarazada?, También tenía 15 años, y te defendí con todas mis fuerzas delante de todo el mundo…

¡Pero mamá!....

¡Nada de peros! Ponte una mano en el corazón, ¡es tu hija! Y si no cambias de opinión, ahí está la puerta. Regresa por donde viniste y no te atrevas a pisar mi casa si no cambias tu actitud.

Magdalena cerró la puerta con un portazo y se fue.

Los siguientes días fueron muy penosos para Margarita. Pero aún más para su abuelita; la sorprendió llorando más de una vez.

Margarita no durmió en toda la noche. Sentía un fuerte dolor en el vientre. Tenía su guatita muy dura y dolorosa punzadas.

-¿Qué será? -Pensaba -¿habré comido mucho anoche? -Abuelita, despierta -le decía Margarita la señora Ana en la madrugada.

-¿Qué pasa mi amor? -Contestó.

-Creo que algo que comí me cayó mal… no aguanto este dolor.

-¿Desde cuándo?

-Anoche como a las 12 más o menos.

-¿Y por qué no me hablaste antes?

-No quería molestarla, creía que se pasaría, pero cada vez es más….

La señora Ana le acarició la cabeza y le dijo: -vístete y trae tu bolso, nos vamos al hospital.

-¿Ahora? ¡Pero todavía falta!

-No mi amor, ya llegó la hora.

A las cuatro de la tarde de ese mismo día, llegó al mundo una preciosa niña a la que Margarita llamó como a la de persona que más querían el mundo: Anita.

Pasaron los meses, y Anita crecía rápidamente... cuánto le había cambiado la vida a Margarita. Tuvo que aprender de un día para otro lo que era ser mamá… y tratar de ser la mejor para su hija.

La señora Ana la observada a cada momento. ¡Cuánto orgullo sentía por su nieta, que es un momento a otro se convirtió mujer!

Pese a todo Margarita estaba cambiando mucho. Ya no era la joven alegre de ante, sólo salía cuando iba a clases al liceo nocturno.

En ese lugar conoció muchos jóvenes, y más que algunos se fijó en Margarita. Sin embargo, cuando les comentaba con mucho orgullo que tenía una hija; no le volvían a hablar de la misma manera; hasta que esas amistades la saludaban apenas con un hola rápido y frío.

Esto ocurrió más de una vez, y Anita se resignó a caminar sola por la vida con su hija. Cuánta falta le hacia el apoyo de alguien que no fuese su abuelita, su mamá (que con el tiempo había rectificado todo el daño que le había causado su hija) o sus amigas.

Sentir que la querían a ella y a su hija por igual. Tenía tanto que entregar, y nadie quería aceptarlo.

Una noche, al regresar del Liceo, se cruzó con un joven que no conocía; de igual modo se saludaron. Esto se repitió por más de una semana, hasta que el joven se atrevió a hablarle:

-Hola, me llamo Andrés, ¿te molestaría que te acompañe hasta tu casa?

-No -le respondió Margarita -no me molestaría.

Desde esa noche, la esperaba siempre a la salida del Liceo, y no salió huyendo cuando le contó que la madre soltera. Hasta que un día sin previo aviso; no tuvo más noticia de él. Margarita pensó que, como los otros, sólo se había divertido con ella. Seguramente el hecho que tuviera a su niña era demasiado impedimento para él.

Pasaron varios meses, hasta que el día que Anita cumplía dos años, tocaron la puerta de la casa de Margarita.

- ¡Andrés! -Dijo sorprendido Margarita -¿qué haces aquí?

-Primero, -comenzó a Andrés –vengo a pedirte disculpas por haberme ido sin explicaciones. Mi papá se enfermó y tuve que hacerme cargo del negocio, gracias a Dios está bien y pude volver… quiero que sepas que eres la mujer más maravillosa que conocido jamás. Has aprendido a ser madre y mujer a una edad que es difícil, has sabido salir adelante por tu hija. Por esto y por tantas otras razones, quiero que unamos nuestras vidas para siempre; y entre los dos, le demos esa familia que tanta falta le hace a Anita, a la que quiero tanto como a ti ¿quieres casarte conmigo?.

Margarita emocionada, sólo le dijo:

-Por supuesto que si quiero -.

Y se estrecharon en un gran y cariñoso abrazo; mientras que afuera, lucía radiante y hermoso, un cálido sol de primavera…

 

FIN