Mi pueblo y yo
(Ercillano).
Corría el año 1964 cuando llegó a este lugar un niño de aproximadamente 12 años, tímido flaco y de aspecto muy humilde, venía de haber trabajado en los fondos Pidenco, Nupangue y Chiguaihue, como lechero, carretero, arador, canalero y muchas otras labores campesinas.
Usted se preguntará ¿y a tan temprana edad? –Bueno, así era la vida antes.Este mocoso conoció muy poco la educación, sus estudios fueron solamente de primero a cuarto año primario, y con estos estudios quiso enfrentar la vida, pero no fue así. A poco de haber llegado a su pueblo fue conociendo a jóvenes y niños menores que él. En esos años había muy pocas motosierras, sería fácil ganarse la vida cortando y picando leña, también era fácil trabajar preparando sitios para la siembra.Ya con estos oficios fue conociendo a gente mayor, entre ellos a don César Vivallos quien le propuso seguir sus estudios en la escuela nocturna de su pueblo, sin pensar que este hombre sería su profesor en ese mismo establecimiento, aprendió este muchacho a leer, y a sacar sus propias conclusiones, y así, con lo que le enseñaron, se dio cuenta que la vida sin el arte de saber sólo sirve para equivocarse cometer errores y vivir en penumbras mientras dura la existencia del ser humano.
Jamás detuvo su andar por su ciudad, siempre con respeto hacia su prójimo, ancianos, niños, mujeres, enfermos y por supuesto a todos los que él creía superior, a Dios por ejemplo, porque la verdad es que nuestro Dios es un Ser superior y le debemos respeto.
Ya en su adolescencia y con algo de sabiduría, descubrió los libros, una de sus más grandes pasiones, la lectura, el canto, la poesía y con ellos llegó la amistad, el cariño, y el respeto de muchas personas hacia él. Recibió el reconocimiento de autoridades de su pueblo, y de otras ciudades, a la fecha se siente hijo de esta tierra a pesar de que nació muy lejos de ella, en el norte, en "Cartagena", cuando su padre fue policía en "carabineros de Chile".
No hace mucho tiempo, conversamos con este hombre, bajo de estatura y ya cincuentón, quién nos asegura que a pesar de haber vivido toda su existencia peleándole a la vida, y ya sin oportunidades de mejorar su situación en todos aspectos, es inmensamente feliz en "mi tierra natal" como él acostumbra dirigirse a ella.
Este hombre recuerda con nostalgia a personajes que fueron leyenda en su ciudad, y que hoy ya no están con nosotros, pero sí el recuerdo aún vive en muchas mentes, como por ejemplo, el señor Vivallos, don René Urban, don Jorge Devaud, don René Borgeaud, don Julio Padilla, don Peyuco Torres, don Baldy Birr, don Chamel Sepúlveda, el Quique Baeza, el pelao Moya, el Sergio Padilla, don Sotero Mena, don Máximo Ruff, don Sady Schneider, la señora Cleme, la señora Leontina, don Cano Campos, don Carlos Figueroa, la señorita Catalina, don Esteban Borgeaud, el Luchó Astete, don Óscar Stuardo, don José Valdebenito, don Alberto Durán, el cabo Lucho, el señor Rojas, don René Sougarret y lamentablemente su hijito Renecito, el maestro Pintó, Raúl Artigas, y aquí el autor pide disculpas de algún personaje de nuestro medio se le ha quedado en el olvido.
Sabemos al menos los viejos que todas las personas antes mencionadas tuvieron su historia ,dice el escritor, y que todavía se recuerdan en cada camada de camaradería con reuniones y por qué no decirlo, quedan aún anécdotas de cada uno de ellos, que vivirán y se extenderán en el tiempo y en nuestras mentes mientras Dios nos de vida.
FIN